Menudo susto nos dimos cuando al salir por la mañana nos encontramos un pedazo cisne enorme a un metro escaso nuestro, parecia que estaba esperando su desayuno.
Tras acabar de ponerse Carol al día de felicitaciones ( es lo que tiene estar a 10 horas de diferencia horaria) fuimos a llenar y vaciar depósitos de agua, esta vez incluido el lavabo portátil, que nos ha tocado volver a usar.
Salimos de Taupo dirección Rotorua, otra zona volcánica y muy activa, con varias paradas por el camino. Aunque hay varios lugares de pago que concentran interesantes fenómenos volcánicos nosotros nos dedicamos a visitar más o menos lo mismo pero gratis y por libre. Primero fuimos a ver las Mud Pools, o piscinas de barro, un lugar verdaderamente increible, nunca habiamos visto nada igual. Imaginar una enorme piscina natural de barro y que éste estuviera hirviendo a borbotones, pues tal cual. El agua caliente del subsuelo emerge desde unos 100 metros de profundidad provocando la ebullición del barro en la superficie, alucinante ver como saltaba. Aunque no muy fuerte era presente el olor a azufre en esa zona, algo que nos recordó nuestra visita a los volcanes en Indonesia.
Alucinando aún con el paisaje y de camino hacia la carretera principal al cruzar un puente vimos varios coches aparcados y gente metidos dentro del agua; se trataba de unas pequeñas piscinas naturales de agua caliente que se han formado en el curso de un riachuelo. A nosotros tanto como eso no nos apetecia, pero si fuimos a meter los pies y hombre, calentita estaba pero tampoco tanto, unos 37 grados. De todos modos entre el color del agua, del fondo, el olorcillo y la espuma que se forma no nos era muy atractivo, llamarnos finos, pero es que luego la peste no te la quitas de encima y no tenemos el tema ducha muy fácil cada día.
Algo parecido nos pasó al llegar a otro rio por el que baja agua termal, el paisaje muy bonito, con cascadas y pozas naturales, pero para meterse pues no apetecia.
Y como entre volcanes estábamos fuimos a ver uno bien curioso, más que el volcán su entorno, la Rainbown Mountain. Por un camino de 10 minutillos llegamos hasta el cráter del volcán que hoy ocupa un lago con un espectacular color mezcla de azul turquesa y verde esmeralda. Además las rocas que lo rodean están pigmentadas de colores naranjas y rojos por los minerales de la zona. Increible además ver como en una zona así no podria vivir el hombre por la presencia de ácidos en el ambiente y el agua, pero sin embargo la naturaleza ha conseguido que allí vivan especies que se han adaptado al medio, incluida un tipo de orquídea.
Ya a las afueras de Rotorua fuimos a ver algunos de los lagos que rodean esta ciudad, 18 en total de los cuales 14 son accesibles. Fuimos primero a ver el Tikitapu, conocido como el Blue Lake ( Lago Azul) y junto a éste el Rotokakahi, conocido como Green Lake (Lago Verde). Tuvimos una visión muy particular de los dos ya que en una zona alta entre ambos hay un mirador que hace que puedas verlos a la vez, uno a cada lado. El azul debe su color al reflejo de ciertos minerales en suspensión y otros en el fondo del agua, y el verde por el reflejo de la vegetación exterior y del fondo de arena interior, sin embargo no vimos ninguno de los dos con esos colores; seria por la luz de ese momento, las nubes o lo que fuera. Lo que si descubrimos del lago verde es que es sagrado para los maories, osea que no se puede navegar, nadar o pescar en él.
Como el tiempo no acompañaba e iba lloviendo a ratos no pudimos más que seguir camino pasando por un par de lagos más el Tarawera y el Okareka. La zona ha sido poblada desde hace muchos años por maorís y por ello se encuentran algunas tallas por la zona así como poblados que se pueden visitar para conocer más de su cultura y tradiciones.
Ya dentro de la ciudad de Rotorua sólo fuimos a visitar el Kuirau Park, un parque público con varias zonas de actividad termal e incluso un par de zonas de baño de agua caliente para poner los pies. Rodeamos conduciendo el Lago Rotorua y vimos la Isla de Mokoia que hay en el centro de él mientras se ponia el sol; al poco rato llegamos a nuestro lugar de reposo de hoy: el parking de las Okere Falls. Una zona de "acampada" que nos permitirá mañana poder ver las cascadas nada más levantarnos.
Empezaba el día con una frase poco utilizada en las últimas semanas: "pues no ha hecho nada de frio esta noche". Y es que a decir verdad, no lo hizo y pese a estar a pocos metros del rio Kaituna no hubo mucha humedad. Además el día nos trajo un solecito de los que nos gusta sentir mientras desayunamos.
Ya listos nos fuimos a dar una vuelta por el rio y ver algunos de sus tramos con cascadas. La verdad es que más que cascadas son saltos de agua que llevan mucha corriente, por ello es un rio muy usado para hacer rafting y bajarlo en canoa. Tras ver el tramo superior bajamos al inferior donde pudimos ver los restos de la que en su dia fuera la primera planta hidroeléctrica de la región de la que han rescatado una turbina que esta expuesta en el camino; el resto sigue oxidándose en el rio.
Por la carretera que nos llevó dirección a la costa pasamos por el pueblo de Te Puke, gran zona productora de kiwis y aguacates, y precisamente del primero hay un pequeño "parque temático"; se pueden visitar los campos, hacer un tour en un trenecito donde los vagones tienen forma de kiwi, pasear por su tienda o lo más llamativo subirte al kiwi 360°, un enorme mirador con forma de tajada de kiwi, un lugar algo freake pero que no nos impedió subir, total para no mucho porque no habia muchas vistas.
Papamoa beach fué nuestra siguiente parada, una larguísima playa junto a unas dunas con vegetación, todas ellas protegidas suponemos que por su valor ecológico o ser zona de nidificación de aves. Al frente un mar bastante calmado con dos opiniones contrastadas: a Carol le pareció feo el color del agua, a mi me encantó que ofreciera varios tonos en diferentes partes...para gustos..los colores.
Pasamos por un super a comprar unas cosillas y allí nos pasó algo curioso: estábamos mirando unas galletas y hablando sobre cuales cogiamos cuando una chica que estaba al lado nos dijo "sou catalans"?. Al momento nos pusimos a hablar con ella; tras pasar unas vacaciones en el país y conocer a la que ahora es su pareja se vino hace un par de meses a vivir a la zona, pero lo mejor es cuando nos empezó a decir todo lo negativo de lo que supone vivir con kiwis por su forma de ser y de hacer, lo cual nos dejó muy claro que no es lo mismo ver las cosas desde fuera temporalmente que vivirlas cada día, bueno esa fué la experiencia de ella y la que nos contó. Tras un buen ratillo de charla en la que ella se deshagó un montón mientras él iba pasillo arriba y abajo con el carro, nos despedimos y seguimos con la compra. Pero la cosa no quedó ahí, al poco nos volvimos a encontrar con ella dentro del super, nos estaba buscando para decirnos que su chico le habia dicho que nos invitara a cenar a su casa; fué una pena que ellos vivian unos cuantos kilómetros en dirección contraria a donde ibamos y nosotros teniamos planeado ir a dormir lejos de allí, de todas formas se lo agradecimos mucho.
Siguiendo la extensa franja litoral llegamos hasta Mount Maungnaui una zona bastante turística para kiwis con puerto, playa, paseo maritimo y sobretodo la punta final de la península ocupada por un entinguido volcán y que hoy es una zona de recreo enorme. Al ser un mediodia-tarde soleado y de domingo era mucha la gente que había, muchos de ellos haciendo ejercicio, otros paseando en familia, algunos pescando o en sus barquitas de recreo,...Nosotros nos sumamos a ellos, tras comer algo, dando la vuelta entera a la montaña, ya que la opción de subir a lo alto fué descartada.
El paseo circular y siempre junto al mar nos encantó pues además de lo cuidado del lugar nos ofreció mucha diversidad: campos con ovejas, rocas volcánicas con mil formas, pequeños acantilados, playitas, enormes cargueros saliendo del puerto y hasta focas en unas rocas a pocos metros de la gente paseando!!!. Fueron casi dos horitas de relajado paseo y de integración con la actividad dominical de los locales.
Para ganar un poco de tiempo y avanzar camino pasamos la ciudad de Tauranga hasta llegar a Katikati donde paramos un rato frente a la biblioteca a conectarnos al wifi. A las afueras del pueblo y junto a la playa ,en el parking de ésta, hay una zona de camping libre permitida y aquí hicimos noche. De nuevo la sensación al llegar es que no hacia el frio que hemos pasado en muchos otros sitios y se agradece.
Como se nos hizo tarde no hubo sesión de cine, además queriamos levantarnos un poco pronto y aprovechar bien el día con el buen tiempo que anunciaba el cielo claro y estrellado de la noche.
No eran las 8 de la mañana cuando salí a ver donde habiamos ido a parar por la noche. Bajo un solecito muy agradable pude ver tras una esplanada de cesped un agua calmadísima donde las gaviotas se bañaban en grupo; me extrañó la calma del mar, pero al mirar un mapa de la zona lo entendimos: frente a nosotros teniamos la larguísima isla de Matakana, paralela a la costa, que de manera natural tiene formada como una bahia casi cerrada.
De vuelta al pueblo dimos una vuelta para ver lo más característico de él y lo que lo diferencia de los del entorno. Hace unos años en una época en que el pueblo económicamente no iba bien pensaron la manera de atraer turismo y se les ocurrió, imitando lo que en su día hiciera un pueblo canadiense, pintar 40 murales en varias paredes de la localidad recreando labores de la época: la escuela, el taller mecánico, labores del campo...la verdad es que fué curioso y llamativo.
Empezamos el camino que nos llevará durante un par de días por la Península de Coromandel, una zona entre montañas de repoblación, playas preciosas, reservas marinas y pequeños pueblecitos. Uno de ellos, Whiritoa, fué la primera parada, concretamente en su playa. Allí ante el mar abierto las olas sí eran más bravas y el lugar muy tranquilo nos deparó una sopresa un poquito triste. Estando viendo la playa vimos un bulto a lo lejos en la arena que de repente se movió, una cria de foca!!!; fuimos corriendo a verla, estaba sola a unos cuentos metros del agua pero apenas se movia, nos dió la sensación que estaba quizás abandonada, despistada de su madre o enferma. Nos acercamos con producencia para no asustarla pero a la vez a ver si provocábamos que se fuera hacia el agua, pero nada sólo nos miraba con carita de pena y hasta parecia que se le caia alguna lágrima. No sabiamos muy bien que hacer y pensamos que lo mejor es que la naturaleza obrara por si sola, con mucha pena nos fuimos.
Por una serpenteante carretera donde curiosamente vimos muchísimas más vacas que ovejas llegamos hasta Whangamata, uno de los pueblos de veraneo del lugar que reune aficionados al surf por las olas de una parte de su gran playa. Nosotros fuimos justo al lado opuesto hacia una parte de reserva marina y frente a unos islotes increibles que hay a pocos metros mar a dentro. Allí de nuevo sorpresa sobre la arena: cuando bajamos hacia la playa vimos algo que nos llamó la atención, parecia un gran pez, más bien un tiburón pero no claro, debia ser un tronco con una forma parecida...pues era un tiburón pequeño muerto en medio de la arena!!!...pero que cosas más raras nos estaban pasando, no?. Al acercarnos vimos que no tenia ojos, seguramente las gaviotas se los habrian comido, pero impresionaba verlo allí en la arena.
Dimos un buen paseo por la arena hacia el otro lado de la playa aprovechando el buen tiempo, Carol recogiendo conchas, y vimos a otra cria de foca, esta vez muerta y medio enterrada por la arena, que penita.
Tairua, de nuevo otro pueblo con casas preciosas pero muy solitario un lunes de invierno fué lugar de parada para comer algo, justo delante de la bahia donde desemboca el rio que da nombre a la localidad, pero que estando la marea baja mostraba más arena que agua, pero igualmente lugar ideal para un rato de descanso y relax. Justo en la punta de la bahia se alza el Paku hill, un antiguo volcán que hoy alberga una serie de casas con unas vistas increibles y un mirador de 360 grados en lo más alto, y allí subimos tras unos 15 minutos de camino cuesta arriba.
El sendero tiene una serie de pequeños paneles donde va explicando la historia de la localidad así como del propio volcán. Cabe destacar que los primeros pobladores en instalarse en este pueblo, sin contar las tribus maorís que llevaban allí muchos años, llegaron sobre 1.840, osea que estamos hablando de pueblos que no tienen ni 200 años de vida, algo que nos suena extraño al vivir en un país con tanta historia como el nuestro.
Una vez arriba las vistas fueron increibles, de nuevo la boca abierta: islotes, playas, marismas, montañas,...difícil de describir.
Seguimos recorriendo la costa este de la Península de Coromandel en dirección a la Hot Water Beach ( playa de agua caliente), un lugar muy concurrido por su peculiaridad. Aunque la playa es muy grande en una zona muy concreta un par de horas después de bajar la marea cabando un agujero en la arena aparece agua caliente,¿como?; según leimos a muchos metros de profundidad hay unos bolsas de agua caliente que quedaron de una gran tuberia volcánica de la zona ( cabe recordar que de nuevo estamos entre volcanes, bueno creemos que hemos estado siempre bajo ellos). Al bajar la marea ese agua sube a la superficie por grietas de la tierra y excabando se puede llegar a ella. Nosotros no llegamos en el momento adecuado de la marea por lo que nos tocó meter los pies en el agua, pero helada.
Y de allí a nuestra zona de acampada del día quedaba poco tramo. Nos fuimos hasta Hahei, concretamente hasta el parking de la Cathedral Cove, otra de las grandes atracciones naturales. Pero esa visita quedará para mañana, esa tarde simplemente saboreamos las vistas desde el mirador junto al parking....ufff, de nuevo ufff que lugar tan increible.
Aunque las nubes chafaron un poco la puesta de sol no dejamos de ver el momento antes de refugiarnos en la campervan, no porque hiciera frio, pero la negra negrísima noche no dejaba más opción. Tras cenar la sesión de cine consistió en ver el trozo que no vimos de Ratatoullie hace unos dias porque el sueño nos venció; esta vez despiertos hasta el final,...gran peli.
Aunque la mañana empezó bastante soleada enseguida las nubes tomaron protagonismo sobre la zona de la Cathedral Cove y hasta un momento que dudamos si nos ibamos a mojar en nuesrtra primera excursión del día, pero no, el tiempo nos dió tregua.
El camino hasta la Cathedral Cove discurre en paralelo a la costa pero un poquito hacia el interior y sólamente un par de desvios hacia la Gemstone y la Stingray Bay te acercan al agua. Tras ver la primera bahia, muy recomendada para hacer snorkel con buen tiempo, fuimos ya directos al final del camino a ver la estrella del lugar.
Tras llegar a la playa de Mares Leg Cove, de por si ya muy bonita, a su izquierda aparece la gran grieta que da nombre al lugar. Un enorme arco de piedra natural que se ha formado con los años y años de erosión de la montaña ha formado una enorme cavidad que a su vez deja ver la playa de atrás.
Tras hacernos varias fotos y observar la cueva natural desde dentro el reto era pasar a la siguiente playa, pero con la marea aún algo alta tocaba descalzarse y sortear las olas. Una vez los dos preparados para ello en una carrera pasé al otro lado no sin mojarme casi hasta las rodillas, pero Carol ante el intento ya se mojó bastante y decidió no pasar. Tampoco es que fuera muy especial estar al otro lado, pero si tienes una visión diferente de la cueva así como de la playa.
Tras volver a pasar a la primera playa nos sentamos un rato a disfrutar del lugar, que aún con fuerte oleaje y el agua muy fria metimos los pies para sentir el Oceáno Pacífico en estas latitudes. Otra sesión de fotos antes de tomar el camino de regreso puso fin a la visita.
Ya de nuevo en camino tocaba dirigirnos hacia Coromandel, al norte de la Peninsula, pero en vez de seguir la ruta habitual vimos una carretera por la que acortábamos camino y tenia un pequeño bosque interesante para visitar. Lo que el mapa y las indicaciones no nos explicaba es que casi toda esa carretera era de tierra y gravilla, pero estubo bien. Además descubrimos que en este país además de ovejas y vacas hay cerditos!!!.
A unos pocos kilómetros antes de volver a la carretera principal a la altura del pueblo de Coromandel paramos para ir a ver un bosque donde aún sobreviven algunos ejemplares de Kauri, el árbol más grande de Nueva Zelanda, que no el más alto. Este tipo de árbol se encuentra muy amenazado ahora mismo por una bacteria que no deja brotar las nuevas semillas y a ello se le suma la tala indiscriminada que se hizo de ellos a principios del siglo XX. Nos sorprendió que al empezar el camino para ir a verlos nos encontramos un bidón con desifectante y una pistola; antes de entrar al bosque y al salir de él ¡¡¡nos tuvimos que limpiar las suelas de los zapatos!!!, ¿parece increible no?. Pues tal cual, evidentemente nadie controla tal cosa osea que queda a la conciencia de cada uno obrar en consecuencia, nosotros cumplimos con la normativa a rajatabla por el bien de los Kauris.
Por el sendero nos reimos haciendo comparaciones sobre como son las cosas en cada pais y como las hemos vivido, pues si aquí para entrar por libre en un bosque te hacen desinfectarte las suelas para proteger a unos árboles, en India para entrar a un Templo lleno de ratas hay que ir descalzo por respeto a éstas así como a sus dioses...curiosas pero enriquecedoras vivencias.
Llegamos así a un pequeño desde donde lejos vimos los primeros árboles de esta especie junto a otros tipos que los rodean, pero lo que más nos impresionó fué cuando pudimos llegar hasta pié mismo de ellos, son realmente imponentes. Hasta 6 metros de diámetro tenia el tronco de uno de ellos y 16 de altura hasta llegar a sus primeras ramas, verlos desde la base nos hizo sentir muy pequeños. Siguiendo el camino a unos metros se encuentran los Kauris siameses, un curioso y extraño ejemplar desde cuya base es un solo tronco pero luego se divide en dos.
Tras la desinfección de rigor volvimos a la campervan, nos habia encantado la visita, un lugar muy particular y, como no, solitario donde aprendimos algo más sobre la naturaleza en este país.
Llegamos así de nuevo a la carretera escénica que rodea todo Coromandel, pero esta vez ya en su lado oeste, justo donde empieza la bahia en cuyo lado opuesto se encuentra Auckland. Tras parar a comer en un mirador con increibles vistas a la montaña y el mar empezamos a bajar toda la costa hasta llegar a Thames, pequeña población donde hariamos noche. El lugar lo habiamos elegido pues nos ofrecia todo lo que necesitabamos ese día: piscina donde darnos una ducha, lavanderia donde hacer y secar la colada, biblioteca con buen wifi, supermercados grandes y zona de acampada libre gratuita, osea que nos venia de maravilla.
Y así acabamos el día y casi nuestra visita a la Peninsula de Coromandel pues mañana emprendemos ruta hacia la zona que será el punto y final de la Isla Norte: The Northland. Nos quedan cinco jornadas a repartir en una superficie muy extensa, a ver como lo hacemos...os lo contaremos.
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