El segundo día por tierras vallisoletas en Yucatán lo dedicamos a visitar la famosa y reconocida zona arqueológica de Chicén Itzá, situada a unos 40 kilómetros de la ciudad.
Durante el desayuno en la posada coincidimos con una chica francesa que habiamos visto la noche anterior, una de las " víctimas" del pluriempleado cervecero, y un chico mexicano que vive en Mérida pero que por trabajo tuvo que pasar la noche en Valladolid. Hablamos un buen rato, sobretodo con mi tocayo, que casualidad, que hizo un tipo Erasmus en Málaga y conoció Barcelona durante ese periodo.
Acabada la charla y el desayuno nos fuimos a buscar el bus que nos dejó en la misma puerta de acceso de la zona arqueológica. El parking estaba hasta arriba de autocares, furgonetas y por lo tanto de gente, por algo es uno de los restos mayas más visitados del país y será casualidad o no pero es también donde pagamos el precio de entrada más caro pero con diferencia, 224 pesos por persona, unos 14-15 euros. Suponemos que debe influir el que años atrás fuera escogida como una de las nuevas 7 maravillas del mundo moderno.
Siguiendo el recorrido recomendado empezamos la visita y nos encontramos, ya de entrada, algo que nos habian comentado dias atrás: la cantidad de tenderetes y vendedores por todo el recinto.... cientos!!!!!!. Una pena porque desluce mucho el lugar y como hemos dicho tantas veces no creemos que sea necesario cien tenderetes que vendan exactamente lo mismo y tener que ir andando y escuchar la misma cantinela: hola, hola, a diez, a diez, todo hecho a mano,...pero ellos sabrán.
El Gran Juego de Pelota fué el primer edificio que visitamos, realmente impresionante, es el más grande que existe con casi 100 metros de largo por 30 de ancho y se pueden observar las dos anillas por donde debian pasar la pelota durante el juego. En uno de los extremos se mantiene parte de lo que debia ser la zona de observación del juego reservada a los nobles de la ciudad. Comparado con otros que habiamos visto éste es realmente grandioso.
Junto al Juego De Pelota, situado en un lateral de la gran plaza vimos un par de plataformas que sirvieron como zona de ofrendas y una de ellas donde hay decenas de calaberas esculpidas, se cree que allí exponian las cabezas de los enemigos capturados en las batallas.
Desde ahí pudimos ver por primera vez la Pirámide de Kukulcan, que preside el centro de la gran plaza y es el lugar más emblemático de toda la zona arqueológica. Tiene 55 metros por cada costado, 24 de altura y un templo en su parte más alta, cuatro escalinatas de 91 peldaños, más otro para llegar al templo que hacen un total de 365, justo los dias del año. Al final de cada escalera unas cabezas de serpiente emplumadas enormes, efigies del dios Kukulcan, rematan el conjunto. Ciertamente es muy bonita, pero hay dos costados muy reconstruidos que se deterioraron pues hace unos años era posible subir a la pirámide.
Por un camino de ida y vuelta y entre puestos y más puestos de souvenirs nos dirigimos hasta el Cenote Sagrado, de 60 metros de diámetro, 15 metros hasta el nivel del agua y unos 14 de profundidad. Se cree que en él se realizaban grandes ofrendas religiosas al dios Chaac, dios de la lluvia, e incluso sacrificios humanos de bellas doncellas y prisioneros de alto nivel. Todo ello se deduce por los restos encontrados en el fondo y que se descubrieron cuando se realizó un drenaje del cenote por un americano que fué propietario de los terrenos durante varios años. Finalmente el gobierno mexicano pudo recuperar los terrenos y la mayoria de objetos que encontró y vendió dicho personaje.
De nuevo en la gran plaza vimos los restos del Templo de las Mesas, el de Los Guerreros y el Grupo de las Mil Columnas. En todos ellos pueden apreciarse pequeños detalles grabados en las piedras muy bien conservados, pero nos gustó mucho el conjunto que forman las columnas alienadas que quedan en pié.
Pasamos luego a una zona un poco abandonada y poco interesante, bueno, realmente no sabemos si lo es pero los pocos paneles informativos no dejaban muy claro que fué aquella zona. Es algo que nos defraudó de todo Chichén Itzá, primero lo poco y mal que están indicadas las localizaciones de los templos y segundo el estado de conservación de los paneles informativos.
Llegábamos hacia la última zona monumental, justo delante de la Tumba de los Sacerdotes, cuando las amenazantes nubes negras empezaron a descargar agua. Por suerte llevábamos el paraguas y nos pudimos resguardar porque en pocos minutos cayó un buen chaparrón, pero paró rapido y nos dispusimos a visitar el resto apresuradamente pues la lluvia tenia pinta de volver en poco rato.
Llegamos a la zona que más nos gustó de todo el día, tanto por su distribución como por los edificos que hay y su conservación. El Observatorio o Caracol, llamado así por una escalera de piedra de ese tipo encontrada en el interior, conserva parte de la bóveda desde la cual se cree que los astronónomos mayas observaban los astros y diferentes eventos astronómicos. Aquí creemos que por la lluvia caida apenas habia nadie, eso fué un plus que agradecimos.
El Edificio de las Monjas es un conjunto de varias estructuras superpuestas adornadas con grandes detalles, relieves y rematados con cresteria y típica decoración del estilo Chenes. En la parte superior se encontraba el templo donde se realizaban ofrendas y conjuros al dios de la lluvia y que estaba dividido en pequeñas salas a modo de celdas, de ahí que se le diera el nombre del Edificio de las Monjas.
Y tiene guasa que fuera dedicado a ese dios porque pareció que nos viniera a saludar, ya que empezó a llover y de que manera!!!. Una tormenta de órdago con viento y truenos que anegó todos los caminos y nos dejó empapados pese al paraguas.
Suerte que cuando llegamos a la plaza central ya amainó bastante y pudimos hacer un último vistazo a la pirámide, esta vez de su dos lados que se mantienen en estado más original, y eso si nos gustó.
Dimos ahí la visita por finalizada y nos fuimos a la salida a buscar el bus, pero pasó una furgoneta de las que van también a Valladolid y nos subimos a la parte de delante con el chófer. Desde que salimos empezamos a hablar con él, era un tipo muy simpático y como nos ha pasado otras veces nos empezó a explicar su vida sin pudor alguno: sus trabajos, sus hijos, los problemas con su mujer,jajaja, pero también nos dió buenos consejos sobre donde comer la mejor cochinita pibil de todo Valladolid.
Cuando llegamos nos quitamos lo empapado, una ducha y salimos a cenar algo. Primero para hacer boca fuimos a El Gallo a comer la cochinita pibil que nos recomendó el chófer; un lugar al que seguro no hubieramos entrado, pero donde estaba todo riquísimo.
Para cenar fuimos al Bazar que hay junto a la plaza del zócalo donde hay varios locales de cocina local a bastante buen precio. Allí probamos otra recomendación del chófer, la longaniza de Valladolid, que resultó ser una mezcla entre chorizo y chistorra, rico pero potente para la noche.
Visto el ambiente y animación de la ciudad, osea ninguna, nos fuimos a la posada a dormir.
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